¿A dónde
 se fue esa alegría genuina de simplemente vivir?
En 2016, en una clase de expresión corporal,
 entre cintas de colores y música instrumental…
 algo se rompió.
O quizá… algo se abrió en mí.
Conecté con un llanto profundo.
 Y con una risa que me sacudió el alma.
Llegó un punto en el que no sabía
 si lloraba de tristeza
 o de felicidad.
Y fue hermoso.
¿Alguna vez sentiste algo así?
 Esa emoción cruda, intensa, real…
 que te recuerda que estás viva.
Ese día entendí algo:
 había dejado de reír con el corazón.
Había olvidado lo que se siente
 reír hasta llorar.
Y hoy quiero dejarte esta pregunta:
¿Cuántas veces al día te reís?
 ¿Y cuántas hacés reír a tus hijos?
Porque cuando la risa vuelve al hogar, 
 la vida también.
Silvia Aguirre


