¡No quiero mamá! ¿Para que me sirve?

¿Te suena esta historia?

Es la historia de un niño brillante. Curioso. Intuitivo. Capaz de resolver casi cualquier cosa… menos una: sus tareas escolares.
Cada vez que llega el momento de sentarse a estudiar, se resiste.
Suspira, se distrae, se levanta mil veces.
Y te lo repite sin filtro:
«La escuela me aburre.»

Su madre, como tantas, se preocupa.
Le habla con amor, con firmeza, con paciencia.
Prueba con premios, castigos, explicaciones racionales, límites.
Pero cuando él no quiere… simplemente no quiere.
Y sin embargo, cuando algo le interesa, puede pasarse horas concentrado. Como si fuera otro niño.

¿Te identificás con esta situación?

Déjame adivinar: estás agotada.
Desbordada.
Sientes que haces todo lo posible, pero nada resulta suficiente.
Le hablas… pero no te escucha.
Intentás mantener la calma, pero te frustra ver que no hay conexión.
Y te preguntas:
¿Qué más puedo hacer? ¿Qué me estoy perdiendo?

Yo también estuve ahí.
Tengo dos hijos adolescentes y pasé por lo mismo.
Y como muchas madres y padres que desean lo mejor para sus hijos, cometí un error:
Creí que, hablando más, explicando mejor, iba a lograr que me entiendan.
Pero sin herramientas reales, solo repetimos patrones… y el problema persiste.

Lo que no estás viendo es lo que realmente importa

Te lo digo con amor y firmeza:
Mientras sigas enfocándote solo en lo que ves, se te escapa lo más importante: lo que no ves.
Y eso invisible, lo no dicho, lo no consciente, es lo que está afectando tu realidad y la de tu hijo.

Tu lenguaje, tus pensamientos, tus emociones ocultas, el lugar interno desde el que actuás, representan el 99% de tu realidad como madre.

Y sí, es TU realidad. No la de tu hijo.

¿La solución? No es hablar más. Es mirar hacia adentro.

No necesitas seguir explicándole nada a tu hijo.
No se trata de él. Se trata de vos.
El primer paso es cambiar el foco:
✔️ Observá lo que te molesta de él
✔️ Buscá ese mismo patrón en vos
✔️ Transformalo desde adentro

Pensalo así:
Cuando te mirás al espejo y no te gusta lo que ves, no intentás cambiar el espejo. Te arreglás vos.
Con tu hijo pasa lo mismo.
Tu hijo refleja lo que aún no tenés resuelto en vos.
Cuando lo transformás en tu interior, su conducta también cambia. Automáticamente. Sin gritos. Sin lucha.

¿Cómo se logra? Aprendiendo a ver con los ojos vendados

Sí, leíste bien.
Ver con los ojos vendados significa aprender a ver más allá de lo obvio.
Descubrir el verdadero significado de lo que decís, pensás y creés.
Esas palabras, frases automáticas, creencias heredadas y pensamientos limitantes que repetís sin darte cuenta… están creando una barrera invisible entre vos y tu hijo.

Al liberar ese contenido inconsciente, empezás a:

✔️ Mejorar el vínculo
✔️ Fortalecer la comunicación
✔️ Ver a tu hijo desde un lugar más consciente y amoroso

La ciencia ya lo demostró

En 1982, el neurocientífico Jacobo Grinberg estudió a niños que aprendieron a “ver con los ojos vendados” y descubrió cómo este tipo de entrenamiento liberaba su potencial oculto.
Estos chicos no solo mejoraban su capacidad de atención y enfoque, sino también su seguridad emocional, forma de expresarse y manejo del enojo.

Y lo mejor:
Dejaban de necesitar supervisión constante.
Porque aprendían a autorregularse, a conectarse con su verdadera esencia.
Y eso es lo que más desea cualquier madre o padre:
Ver a su hijo feliz, libre, seguro y en paz consigo mismo.

¿Querés empezar este camino de transformación real?

Este eBook es solo el primer paso.
Te voy a mostrar cómo aprender a ver lo que no se ve.
Cómo reconocer tus patrones internos.
Cómo hablar un nuevo idioma: el emocional, el que conecta.
Porque cuando vos cambiás por dentro, tu hijo cambia por fuera.

Y esa es la verdadera magia.
No de educar.
Sino de sanar.

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Un abrazo

Silvia