«A mi hijo no le pasará lo mismo que a mí», me repetía con convicción. Cada día le recordaré cuánto lo amo y todo lo que hace bien.
Sin embargo, sin darme cuenta, decreté para él la misma historia que yo viví. Crecí sintiéndome insuficiente, creyendo que no sabía, que no podía, que no era querida, (aunque esta no era la realidad sino mi percepción de los hechos.)
Juré que mis hijos jamás experimentarían lo mismo. Me esforcé en reafirmarle a mi primer hijo cuánto lo amaba, en señalarles sus virtudes y alentarlos a ser su mejor versión cada día.
Pero un día, mi hijo con apenas siete años me dijo que ya no quería vivir así. Que este había sido su peor año, su peor día. Incluso el día que recibió la noticia de que sería escolta del pabellón uruguayo, en lugar de celebrarlo, llegó a casa llorando porque sentía que no lo merecía.
Entonces me pregunté: ¿Qué estoy haciendo mal?
El inconsciente moldea tu realidad. Si no reconoces y descubres en ti aquello que niegas de tus ancestros, será un patrón que alguien de tu familia volverá a repetir.
Silvia Aguirre.
@escuelaindigocarmelo.



